martes, 15 de septiembre de 2009

El día más negro

¿Cómo olvidar lo que ocurrió el 15 de setiembre de 2001? ¿Cómo no recordar la larga lista de errores que se cometieron y que terminaron con la vida de un inocente que decidió alentar al equipo de sus amores? ¿Cómo no mal acordarse de los dirigentes, de la Policía y de los violentos de siempre que le arrebataron el destino a un chico que tenía todo el futuro por delante?
Es imposible callar lo que sucedió esa tarde. Antes de que comenzara el partido ya se había producido un incidente. Fue una pequeña señal del infierno que se iba a vivir. En el campo de juego ganó Atlético, en las calles los violentos que se manejaron con total impunidad porque antes de que terminara el partido se sabía del enfrentamiento. Por eso todos salieron corriendo para cualquier parte sin saber lo que les esperaba.
Eso hizo Luis Gerardo Caro, ese chico que a escondidas asistió a La Ciudadela, sin saber que sería su última travesura. Corrió, como lo hicieron muchos, por Pellegrini. Jamás se imaginó que se encontraría de frente con animales que dispararían sin piedad y, mucho menos, que un proyectil impactaría en su delgado pecho.
"Me duele mucho, quiero a mi mamá. No puedo respirar bien", me dijo cuando lo descubrí tendido en el suelo y acompañado por dos policías que no sabían qué hacer. Una vecina, aterrada por el tiroteo, se animó a llamar a una ambulancia que tardó más de media hora en llegar. Una hora después me enteré que había muerto en el Padilla.
Han pasado ocho años de aquella nefasto día, el más duro en mi profesión. Pocas cosas cambiaron. Los autores del crimen fueron sentenciados por la Justicia y cumplieron con su condena, pero siguen asistiendo a La Ciudadela. En el Monumental un trapo con su nombre recorre las tribunas como un homenaje. Los simpatizantes eligieron esta trágica jornada como el Día Mundial del hincha decano. Pero lo que nadie hace es gritar a los cuatro vientos que la violencia se vaya de una vez por toda del fútbol, ese deporte hermoso que tanto nos gusta sin importar donde se presente. Simplemente, que sea un grito para que esto no vuelva a pasar nunca.

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