viernes, 4 de septiembre de 2009

El extraño caso de JJ


Tenía toda la vida por delante. Amante del póker, del café con amigos y del sexo fácil, JJ era la esperanza de su familia. Nació a principios de los 80, en una tarde calurosa de diciembre. Cuenta la leyenda que fue el Día de los Inocentes, pero nunca nadie le creyó.

Su infancia transcurrió como la de cualquier chico hijos de profesionales que intentaba buscarle el rumbo a su vida. Gran agricultor de las amistades que siempre cosechó grandes frutos. Causó un rebelión familiar cuando decidió irse a vivir solo. Era la manera que había encontrado para hacer lo que más le gustaba: dormir. Sí, a pesar de que había probado miles de actividades y que consiguió un título universitario, apoyar la cabeza en la almohada era su verdadera vocación y profesión. Nadie entendió nunca como había hecho para recibirse si entraba a clases a las 8. Su primer refugio fue en Muñecas al 500 y, después, en Rivadavia al 100. No había persona en este mundo capaz de levantarlo: 10, 12 y hasta 13 horas por día le dedicaba al sueño.
"Me hará mal dormir tanto", les preguntó hace no mucho tiempo a sus amigos/mascotas el Pollo, el Gato y el Chancho. Sin dudarlo, le recomendaron que consultara a un médico porque lo suyo no era normal. Basándose en sus experiencias personales le dijeron que debía tener mucho cuidado con lo que estaba haciendo, que era preferible dedicarse a la vida, alimentación y actividades sanas.

JJ, esa noche, decidió pensarlo mientras dormía. Fueron 15 horas de reflexión, tiempo suficiente para convencerse que debía consultar al doctor sueño. Fue hasta el profesional. Vestido con delantal blanco y detrás de unas enormes gafas lo escuchó atentamente. Luego de analizar el caso, le pidió que regresara al otro día para que durmiera en una habitación y él lo observara. Era un 16 de junio. El dormilón se presentó a las 22 y, 15 minutos después, enredado con los cables que le habían colocado, se acostó. Pasaron las horas y él nunca se despertó. El científico se agarraba la cabeza y no podía creer lo que estaba ocurriendo. La bestia llevaba dos días durmiendo y nadie, ni nada lo podían despertar.

Al tercer día, como Cristo, resucitó. Abrió los ojos y descubrió a un grupo de médicos que lo observaban detenidamente. "Necesito un cortado y una medialuna para poder pensar", fue lo único que les dijo a los especialistas. Se levantó. Débil caminó medio torcido hasta Sir Harris, el lugar donde estaba el zoológico. El Pollo, el Gato y el Chancho lo abrazaron. "Gracias, pero no se qué me pasa. No se por qué duermo tanto. Quiero cambiar, pero no puedo", les contó antes de pedirles que lo acompañaran al médico para que le diera su diagnóstico.

El cuarteto se sentó al frente del doctor sueño, que tenía el ceño fruncido y cara de preocupación por el caso que estaba atendiendo. "JJ si sigue así su vida se consumirá lentamente. Sus neuronas se acostumbraran a estar dormidas y un día, no se podrá levantar más. Debe parar ahora antes de que sea tarde", le advirtió.

El dormilón lo escuchó atentamente. Sus acompañantes, con lágrimas en los ojos, sólo atinaron a sostenerlo. "No puedo, no puedo. La almohada es la única droga que tengo en mi vida y no tengo voluntad para abandonarla. Me rindo ante el destino", le comentó con lágrimas en los ojos al médico cuando se despedía. Sus amigos lo miraron y entendieron que el final estaba cerca.

Al día siguiente, después de 12 horas de sueño, JJ hizo lo de siempre. Se levantó tarde, trabajó, molestó y pactó una reunión en su casa con sus amigos. Hubo póker y play hasta casi el amanecer. Cuando terminó la sesión, abrazó a sus amigos y se fue a dormir. Todos entendieron que sería la última vez que lo verían despierto. Y así fue. JJ jamás volvió a abrir los ojos.

Pasaron los años y la escena siguió siendo la misma. JJ abrazado a su almohada, con los rulos endiablados apuntando a cualquier parte. Sus amigos repitieron diariamente el ritual de taparlo o destaparlo y dejarle un cortado con una medialuna al lado de la cama por si algún día decidía resucitar...

1 comentario:

  1. Jaja, no sé por qué le veo cara conocida a este JJ. Y creo que algo de este texto no es cierto: que dormir sea la única droga de JJ. Lindo texto, me hizo reír... y extrañar. Beso, Gato.

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