miércoles, 7 de octubre de 2009

El arte de cocinar


Cocinar es todo un arte. Para aquellos que lo hacemos para desenchufarnos del estrés diario puede ser tan placentero como estar con la persona que uno quiere estar toda la noche. Es simple, sencillo y divertido.

No hay una receta ni un estilo. El secreto está en saber cómo hacerlo y con qué hacerlo. Lo primero es saber qué cocinar. Una vez elegido el menú, hay que encontrar los ingrendientes por su aspecto y no por su valor. Instalado todo en la cocina, es importante poner música (Calamaro me da vuelta en ese momento) y servir una copa de vino para acompañar la ocasión.

No hay libro o cheff que de la receta perfecta. La mejor es la que nos contó la abuela, que fue mejorada por la vieja y perfeccionada por nuestra imaginación. Todos los ingredientes son buenos, pero el más importante es el amor. Sí, aunque suene extraño, es lo mejor y no es difícil de conseguir, simplemente hay que hacerlo convencido de que el o los que comerán ese plato se deleitarán masticándolo.

Otro secreto: el mejor acompañamiento de cualquier receta es una charla interminable con el comensal, regada con un poco de vino y quizás un fernet. ¿El postre? Que la reunión y la conversación no termine más.

martes, 6 de octubre de 2009

El espanto del supermercado


Es un mundo distinto y extraño. Las fronteras son las góndolas que esconden paquetes, frascos y latas. Los enemigos son las ofertas engañosas, las verduras y frutas que lucen hermosas, pero que no tienen gusto a nada y los clientes que dejan el carrito en medio de los pasillos impidiendo el paso de los que odiamos recorrer ese planeta.
Benditos aquellos que recorren los pasillos de los supermercados cargando y cargando cosas. Maldita memoria que siempre falla a la hora de saber qué es lo que se debe llevar. Desgraciada la heladera con quesos y con fiambres. Traicionera la de vinos, cervezas y fernet que siempre tiene un encanto especial.
Con solo recorrer esos fríos pasillos las preguntan ahogan a cualquier desprevenido. ¿Cual es la difrencia entre un desengrasante de baño y uno de cocina? ¿Por qué las góndolas de la carne y el pollo nunca tienen lo que buscamos? ¿Por qué siempre compramos rollos de cocina sin importar que en casa ya no hay lugar para guardar más? ¿Por qué en el paquete de papel higiénico se informa que extensión tiene cada rollo si no lo compro para medir o para unir Tucumán con Buenos Aires? ¿Por qué las cajeras nunca tienen vuelto? ¿Por qué siempre se rompen las bolsas cuando uno está cargado o alguien te pide fuego o que le digás la hora? Todos son interrogantes sin respuestas y que provocan que los supermercados sean un verdadero espanto para cualquiera.

jueves, 17 de septiembre de 2009

Sobre héroes y tumbas


Sólo en este país sin memoria se puede elegir el día de la muerte de alguien para celebrar algo. Sólo en esta tierra se decide honrar a una determinada persona el día que se fue para poder pagar todas las culpas que no supieron o pudieron hacer cuanto estaban vivos.
Manuel Belgrano murió un 20 de junio tan pobre que ni siquiera pudo pagar al médico que lo atendió por última vez. José de San Martín falleció el 17 de agosto en la lejana Francia donde vivía con lo que le daba una de sus hijas. Esos días son feriados nacionales que ahora son móviles para alargar los fines de semanas. Cantar el himno, un discurso y llevar una escarapela son suficientes para agradecer todo lo bueno y lo malo que hicieron.
La última locura se llama Día Mundial del Hincha Decano. Se eligió el 15 de setiembre porque es el día en el que Luis Gerardo Cano se transformó en el primer y único simpatizante que murió en una pelea entre hinchas de Atlético y San Martín. ¿Cruel no? Totalmente, pero en este país es una constante que se celebren las tragedias.
Es una constante que a los héroes se los magnifique primero, después se los entierre en vida y, cuando se van para siempre, recién se los valora y todos se apuran en querer saldar una deuda que es imposible de pagar. Total, que importa, ellos ya no están para reclamar.

martes, 15 de septiembre de 2009

Simplemente ellas

Martes 15 de setiembre de 2009. Una vez más, en la esquina de Laprida y Mendoza se reunió La Mesa de los Galanes. El encuentro fue multitudinario. El único ausente fue JJ que, milagrosamente no se quedó dormido, sino que se encuentra en la lejana Trelew participando de un encuentro coral a nivel nacional. El muchacho, por su inclinación al canto lírico, se perdió muchas cosas, entre ellas, cobrar la polla de $ 60 por haber sido el ganador del torneo Nuevo Taxativo del Gran DT.
No fue una mesa más, sino una mesa que definió el futuro del grupo. Se dio un importante paso al decidir crear un blog sobre las reuniones que será subido próximamente para que el mundo entero descubra que en la mesa de un bar se puede discutir y hacer un culto a la amistad. Es una especie de diván en la que todos son psicólogos para tratar de solucionar los problemas que
cada uno de sus intregrantes acarrea y, por sobre todas las cosas, sea el escenario de los dramas, las tragedias y las comedias que protagoniza cada uno de los galanes.
Definido este punto, se inició el debate del tema del día: decidir cuál sería el escenario del encuentro. El Pollo se quejó de Sir Harris porque, a su entender, se trataba de un lugar para "viejos chotos" (sic). El Chancho sugirió que sea itinerante. El Pelao se opuso terminantemente: "la mesa de los galanes se reunió por décadas en el mismo lugar, por qué deberíamos cambiar ahora". Harry, Pachi y Gato lo apoyaron. Luisao, otra vez no dijo nada, simplemente observó y agrandó sus ojos.
Se respetó la postura de la mayoría y los rebeldes way, al escuchar los argumentos, tuvieron que aceptarla sin quejarse. Hay lugar para fumadores (salvo Harry, todos somos viciosos), la atención es buena (el Mocho nos atiende rápido, soporta las dudas de Pachi y siempre tiene cambio), el lugar está en un punto perfecto (el laburo está a dos cuadras y la mayoría se puede fugar tranquilamente) y es la esquina ideal para contemplar la esquina perfecta para contemplar la belleza femenina en todo sentido. Esta no es una mesa machista y, mucho menos de babosos. Solteros, juntado, casado y divorciado reincidente entienden que el mundo nunca será perfecto si es que no hay una mujer bella para mirar.

El día más negro

¿Cómo olvidar lo que ocurrió el 15 de setiembre de 2001? ¿Cómo no recordar la larga lista de errores que se cometieron y que terminaron con la vida de un inocente que decidió alentar al equipo de sus amores? ¿Cómo no mal acordarse de los dirigentes, de la Policía y de los violentos de siempre que le arrebataron el destino a un chico que tenía todo el futuro por delante?
Es imposible callar lo que sucedió esa tarde. Antes de que comenzara el partido ya se había producido un incidente. Fue una pequeña señal del infierno que se iba a vivir. En el campo de juego ganó Atlético, en las calles los violentos que se manejaron con total impunidad porque antes de que terminara el partido se sabía del enfrentamiento. Por eso todos salieron corriendo para cualquier parte sin saber lo que les esperaba.
Eso hizo Luis Gerardo Caro, ese chico que a escondidas asistió a La Ciudadela, sin saber que sería su última travesura. Corrió, como lo hicieron muchos, por Pellegrini. Jamás se imaginó que se encontraría de frente con animales que dispararían sin piedad y, mucho menos, que un proyectil impactaría en su delgado pecho.
"Me duele mucho, quiero a mi mamá. No puedo respirar bien", me dijo cuando lo descubrí tendido en el suelo y acompañado por dos policías que no sabían qué hacer. Una vecina, aterrada por el tiroteo, se animó a llamar a una ambulancia que tardó más de media hora en llegar. Una hora después me enteré que había muerto en el Padilla.
Han pasado ocho años de aquella nefasto día, el más duro en mi profesión. Pocas cosas cambiaron. Los autores del crimen fueron sentenciados por la Justicia y cumplieron con su condena, pero siguen asistiendo a La Ciudadela. En el Monumental un trapo con su nombre recorre las tribunas como un homenaje. Los simpatizantes eligieron esta trágica jornada como el Día Mundial del hincha decano. Pero lo que nadie hace es gritar a los cuatro vientos que la violencia se vaya de una vez por toda del fútbol, ese deporte hermoso que tanto nos gusta sin importar donde se presente. Simplemente, que sea un grito para que esto no vuelva a pasar nunca.

lunes, 14 de septiembre de 2009

De pesca I


Salir de pesca siempre es una aventura y más aún cuando los compañeros de excursión son aquellos compañeros de la vida. Una caña, el paisaje, el sol, los mosquitos, el asado y la bebida son los otros ingredientes de una fórmula perfecta e inimitable.

El día de la travesía siempre es más corto. Por la ansiedad amanece más temprano y generalmente oscurece más rápido de lo normal. Las horas pasan más rápido y el asado se cocina más lento que lo normal. Es una jornada que se vive a mil.

Las emociones llegan con los primeros piques y al descorchar la primera botella de tinto. Los emboles comienzan cuando nadie pesca nada y el hielo empieza a desaparecer. El sol y los mosquitos también hacen de las suyas, pero todos los bajones se superan con esas charlas interminables en la que el amigo desnuda el alma para contar algo o inventar una fábula para hacer divertir al otro.

De eso se trata un día de pesca. El día y el momento perfecto para disfrutar de aquellos hermanos que una nunca tuvo y que a través de una caña lo descubre y le jura que siempre volverán al mismo lugar para disfrutar de un día de pesca.

miércoles, 9 de septiembre de 2009

Carta al Diego


Querido Diego: no tengo tu mail ni tu celular para decirte las cosas que vengo pensando desde hace mucho tiempo. Creo que no es necesario tener huevos para decirtelas. Como por ejemplo por qué traicionaste tu esencia, tu espíritu y tu forma de ser dentro de un campo. Por qué poner a Palermo y a Schiavi para tratar de pescar un gol desde la altura. Por qué usar esta táctica que ni los equipos de ascenso la usan. Por qué mejor no decirle a Messi o a Agüero que tiren un par de caños o de tacos para que vuelva la magia.

Por qué decís que nunca vas a mandar en cana a un jugador y borrás a un futbolista de un partido a otro. Sino, preguntale a Andújar como se siente después de haber perdido la titularidad.

Por qué Diego siempre te enojás cuando te critican. Por qué siempre permitís que haya un séquito de chupamedias defendiéndote y justificándote. Por qué no aprendés de cómo te fue en tu vida con todos esos zánganos.

Por qué matás a tu estilo de lujo. Por qué mantener esos esquemas tan aburridos si vos sos el que le diste alegría al fútbol. Por qué no lo pensás.

La locura de Amín



¿Amín es loco o se hace? La respuesta, por ahora, nadie la sabe. Lo único cierto es que se desató una enorme polémica que demuestra que todos estamos un poco locos. A saber:
Hay que estar loco para sacarle los ojos, lastimar con un bisturí y matar a golpes a la mujer que decís amar en la habitación de un hotel, donde hay muchísima gente y en un lugar extraño como es una provincia a la que no conocés. No tiene un pelo de loco (y mucho menos de tonto) si escondió o arrojó el elemento que utilizó (supuestamente un bisturí) para cometer semejante crimen.
Hay que estar loco para rendirse, a pesar de medir dos metros y pesar más de 100 kilos, ante el primer agente de Patrulla Urbana que, con el cagazo que tenía, apenas si podía sostener el arma con la que lo apuntaba. No es de loco decir, antes de que te pongan las esposas, "por qué me hacen esto si soy inimputable".
Hay que estar loco para pensar que sus defensores no lo iban a hacer pasar por loco para zafar de una condena que lo podría mantener de por vida. Se van volver locos los jueces si entran a analizar cada uno de los diagnósticos de los psicólogos y psiquiatras que trataron su locura. Ninguno coincidió. Cosas de locos.
Es muy loco leer todos los comentarios sobre este loco. Y hay que estar loco si alguien piensa que la muerte es el mejor castigo. Esa locura ya la vivimos los argentinos. Que país de locos.

Cuestión de tablas



La reunión comenzó un poco más tarde lo normal. La sesión de La mesa de los galanes arrancó con las ausencias del Pelao (injustificado), JJ (durmiendo) y el Pollo (lesionado). Los temas que se trataron fueron los mismos de siempre: fútbol, mujeres, fútbol, política y el Gran DT. Pero, en medio de la nada, surgieron tres palabras que destaparon toda una polémica: tabla de inodoro.


Todo se inició cuando Pachi confió que no la utiliza desde el día que se cambió de su primera casa. Relató que el inodoro tenía una tabla de madera que nunca más la volvió a encontrar, por lo que ya no usa. El Gato reconoció que desde que se mudó a su nuevo departamento no tenía una y, como nunca la compró, se acostumbró a vivir sin ella.

El debate se intensificó a la hora de elegir cuál es la mejor. Todos se inclinaron por las antiguas, esas de color negro que tienen un poco de goma que hacen mucho más soportables las largas sesiones de lectura. Descartadas las de plásticos de $ 45 que venden en todos lados.

La charla sobre el tema se intensificó cuando se habló de la higiene. El Chancho recordó que por su paso por el aeropuerto de Munich, a la par del papel del rollo higiénico, encontró un cubretabla descartable de un papel muy fino que le permitió disfrutar de una experiencia única e inimatable.

Harry Potter habló de la fórmula argentina, es decir, cubrir la tabla con el papel descartable. El Gato renegó de esa costumbre, puesto que el "limpio" que la práctica, jamás lo saca y, con el correr de las horas y las salpicadas, el material queda altamente adherido a la pobre tabla. Luisao, como siempre, no dijo nada. Sólo escuchaba lo que lo demás decían.

Acordado el tema que es imposible no salpicar a todos lados cuando se orina, los galanes discutieron que no tienen problemas en levantarla en sus casas, aunque no ocurre lo mismo en los baños del trabajo de un bar. Coincidieron que la punta de los pies es el remedio más efectivo para evitar todo tipo de contactos indeseables. Agotado el tema, Luisao habló para pedir la cuenta y cada uno partió con rumbo distinto pensando cómo afrontarían el resto del días después de haber gastado tanta energía en tan profundo tema.


lunes, 7 de septiembre de 2009

La hazaña de Tilcara







Nació en medio de La Puna. Sus padres lo bautizaron Jhonny en honor a uno de los protagonistas del filme del viejo Oeste que unos “gringos” les habían mostrado en la plaza del pueblo. Esa misma noche lo concibieron en la casa de adobe con techos de pajas que, para los ex mineros oriundos de la ciudad boliviana de Potosí, era todo un lujo.
Jhonny Chupisaca llegó a este mundo un 28 de mayo después de un parto bien natural, ocurrido en medio da la nada, en el corral de las ovejas. Su madre, Hilaria Roldán le cortó el cordón umbilical con el mismo cuchillo con el que cuereaba los animales, al mirarlo a los ojos, descubrió que su hijo algún día llegaría lejos. .
Jhonny creció sano y fuerte. Era el único hijo y su madre, cargándolo en sus espaldas, lo llevaba a todos lado. Era su compañero cuando se dirigía a la plaza principal para vender ajíes del monte o los artículos de arcilla que fabricaba para ofrecerles a los turistas que visitaban Tilcara. Fue en el mercado que el niño descubrió ese objeto redondo que era perseguido por otros changuitos del lugar. Sus enormes ojos negros, hipnotizados, se movían al ritmo de los piques de la pelota. Iban y venían por las inclinadas calles del colonial caserío.
Antes de aprender a caminar, el pequeño, ya pateaba la pelota. Los changos más grandes, asombrados por las habilidades del bebé, le tiraban el balón número cinco con los colores de Boca. Así, entre uñudos y gambetas, Jhonny fue creciendo. Cuando tuvo edad para ir a la escuela, su padre le dijo que él nunca se pondría un delantal blanco, que lo llevaría a cuidar el rebaño de ovejas en medio de la nada. El niño, que sabía que era imposible decir que no, lo siguió una mañana y nunca más volvió a ver a sus amigos que le habían enseñado los primeros secretos del fulbo, como él decía.
En medio de los salitrales de la Puna, los Chupisaca veían pasar los días contemplando el movimiento de los animales. De vez en cuando, se entretenían cazando algún animal desorientado que había terminado en ese mar de tierra agreste y piedras filosas. De fulbo, ni una palabra. Don Washington creía que eso era una pérdida de tiempo porque creía que la única manera de ganarse la vida era deslomándose, trabajando de sol a sol. Era el pensamiento que le habían forjado en las minas de Potosí.
Pero un día una vinchuca se les cruzó en la vida de la familia. Don Washigton contrajo el mal de chagas y, como se negaba a recibir tratamiento médico, murió al poco tiempo. Antes de despedirse, el pastor le entregó a su hijo el regalo que siempre le quiso dar: una pelota de colores naranja y amarillo. Era una manera de ayudarlo a cumplir su sueño de diversión en medio de la nada. Era también la fórmula a la que había recurrido para que su hijo no lo odiara por haberle entregado tanta miseria y privaciones. Jhonny la abrazó y, en ese momento, prometió que no se separaría nunca de ella.
Así fue como el pequeño, que por esos entonces tenía 13 años, retomó la práctica del fulbo. En medio de los salitrales y descalzo para no romper las sufridas y bigotudas alpargatas de yute, Jhonny se pasaba la jornada pateando a un arco imaginario, gambeteando a los perros y a las ovejas. A los 18 años, cuando el balón ya estaba desgastado por el roce con el agreste suelo, doña Hilaria le pidió que la acompañara al pueblo para llevar las artesanías que vendería durante todo el verano. El joven se sintió extraño porque volvería a un lugar al que ya no pertenecía y que había olvidado totalmente. Se asustó y mucho.
Cuando caminaba por las inclinadas arterias, escuchó un sonido que creyó familiar, pero que no recordaba de qué era. Le alcanzó con levantar la mirada y observar a los changos jugando un picado en medio de la calle. Observó cada uno de sus movimientos y se rió cada vez que algunos de los futbolistas cometían algún error. Doña Hilaria lo miró y, con un simple movimiento de cabeza, lo autorizó a que fuera a jugar. Ese fue su segundo mejor regalo que recibió en su vida.
Le costó un par de minutos adaptarse a las calles con adoquines. El estaba acostumbrado a jugar en el piso liso de los salitrales. Cuando comenzó a dominar la pelota, no lo paró nadie. Turistas y lugareños detuvieron su andar para ver como desparramaba rivales. La rutinaria vida de la tranquila Tilcara se había despedazado en mil pedazos. Jhonny había logrado despertar aplausos y admiración de los habitantes del pueblo. El joven estaba feliz, había sido un ídolo por un día y sus hazañas con la de cuero quedaron grabadas a fuego en los ojos de las personas que tuvieron la dicha de descubrirlo.
Como era de esperarse, en un pueblo chico, el infierno es grande. No tardó mucho para que el intendente del pueblo se enterara de la existencia del astro de la Quebrada de Humahuaca. Carlos Güanca, además de ser el funcionario más importante, era el presidente de Once Estrellas, uno de los clubes más importantes del lugar que se preparaba para jugar el clásico contra El Mollar.
Güanca, gracias a los bolsones y a las mentiras incumplidas, se había transformado en el emperador democrático del pueblo. No había nadie que se animara a hacerle frente en las elecciones. Tenía todo controlado, inclusive, a los gringos, los mismos que con un par de miles de pesos, lo coimeaban para que les entregara hectáreas para la instalación de fastuosos emprendimientos turísticos. Los coyas, verdaderos dueños de las tierras, como siempre, se quedaban sin nada. Sin embargo, el mandamás de Tilcara tenía una deuda pendiente: ganarle a su archirival. No importaban los sobornos, los premios y las amenazas, hace cinco años que no sólo no podía vencerlos, sino que además ni siquiera conseguía un empate. No entendía que esa era la manera que tenían los débiles para derrotar al menos una vez al año al poderoso.
El intendente, después de consultarlo con su almohada, decidió ir a buscar al joven astro. Un día se presentó en la oficina y le pidió al chofer que lo llevara hasta la casa de los Chupisaca. Se subieron a la camioneta cuatro por cuatro que la ONU le había regalado para trasladar a los enfermos y que él no dudó ni un instante en hacerla suya. Fue recibido por Doña Hilaria cuando llegó al humilde rancho. Detrás de ella, temeroso, apareció Jhonny. Güanca le pidió que jugara para Once Estrellas. A cambio le prometió hacerle nueva la casa y un contrato de tres años en la municipalidad y, si ganaban el clásico, diez ovejas jóvenes.
No había tiempo para entrenar. El día del partido había llegado. La promesa de Once Estrellas, con todo el pudor a cuesta, se paró detrás de la tapia que era utilizada como vestuario. Su equipo jugaba con la camiseta de Boca y a él le entregaron la que tenía el 10. Le explicaron que era la misma que lucía Juan Román Riquelme. Jhonny sonrió sin saber por qué. El no conocía quién era ese señor. En la puna, donde el cuidaba ovejas, nadie había hablado de ese muchacho.
Cuando salió a la cancha se encontró con dos paisajes. Por un lado, Guanca, el mismo que en menos de 48 horas cumplió con su palabra, preparó un recibimiento espectacular para el equipo de su club que incluía bombas de estruendo y una lluvia de papelitos que fueron lanzados por los empleados municipales que habían sido obligados a gritar por el equipo del intendente. En el otro sector de la cancha estaban los jugadores de El Mollar. Lucían la camiseta de River y una cara de espanto terrible. Sabían que este año, un milagro les permitiría derrotar al poder.
Las sospechas no tardaron en hacerse realidad Chupisaca la rompía y a los 15 minutos Once Estrellas ganaba 2 a 0. Jhonny había hecho un gol y había colaborado para que un compañero hiciera otro. A pesar de semejante triunfo parcial, el joven no estaba feliz. Veía a la gente a los costados del campo con las caras largas. En el entretiempo, cuando se dirigía al vestuario escuchó a Güanca burlarse del público rival y prometer que sus vidas serían un infierno. Esas palabras retumbaron en sus oídos y se acordó de su padre, el mismo que no quería que jugara al fubol. Mientras sus compañeros festejaban antes de tiempo, el astro de la puna, sentado sobre una piedra, se preparaba para cambiar el rumbo de la historia con un plan casi macabro.
Ingresó a la cancha y en menos de media hora logró lo que parecía imposible: hizo un penal, metió un gol en contra y se hizo expulsar. Cuando se retiraba de la cancha después de haber visto la roja, Guanca fue a buscarlo y, antes de que le dijera nada, le arrojó la 10 en la cara. Armó su bolso y se colocó a la par de los hinchas de El Mollar que, como era de esperarse, terminó ganando el clásico. Cuando el referí dio por terminado el partido, Chupisaca fue llevado en andas por los jugadores que, minutos antes, habían sido sus rivales. Mientras daba la vuelta olímpica le clavó la mirada al intendente. En esta oportunidad él solo había vencido al poderoso. Chupisaca nunca más volvió a jugar al fútbol, pero la hazaña que realizó, como sus gambetas, quedaron grabadas con letras de oro en la historia de Tilcara.

La mesa de los galanes

Se acerca el gran día. Desde hace poco más de dos meses nació el ritual. El bar de la esquina de Laprida y Mendoza es el escenario elegido. Los asistentes casi siempre son los mismos, pero por suerte, con el correr de las semanas fueron creciendo. Fue bautizada con el nombre de "La mesa de los galanes", en honor al grupo que lideraba el gran Roberto Fontanarrosa en su Rosario natal.


Allí vamos los que estamos convencidos de que hay un nuevo mundo que es cuadrado, tiene cuatro patas y está rodeado de sillas. Entendemos que nada se puede discutir y solucionar sin un café de por medio. Esa bebida, combinada con el humo de cigarrillo, es la fórmula perfecta para rendir un enorme culto a la amistad.


Los temas de charla son siempre los mismos. El mundo es redondo y gira en torno a la pelota de fútbol. Todos los que nos sentamos en esa mesa entendemos que después de la rueda, la invención de este deporte es el avance más importante que tuvo la humanidad. La única cuestión política que se toca es si conveniente que el club de nuestro amores debe usar un dibujo táctico 3-4-1-2 o un 4-4-2.
Aceptamos la libertad de credos. Por eso "santos" y "decanos", "bosteros" y "gallinas", "diablos" y "académicos" pueden levantar la voz para opinar y, por sobre todas las cosas, gastar a su par por el resultado que consiguieron en la última fecha. Somos fervientes admiradores de los avances tecnológicos y por eso agradecemos infinitamante las maravillas de Taringa y de la aparición virtual del Gran DT.


Ideologicamente todos estamos ubicados más o menos en la misma línea y quizás esa sea la razón por la que no hay necesidad de discutir nada. Pero cuando se discute, se discute en serio y no tardan en aparecer emboles que desaparecen tan rápido como el primer café que trajo el mozo.


Divorciados, juntados, casados y solteros coincidimos que el amor es único y por eso hablamos del tema. Las experiencias de cada uno sirven para armar una gran enciclopedia sobre las mujeres. En esta mesa se rinde tributo a la belleza de ellas.


Es el lugar en el que también se habla de trabajo, especialmente, las miserias y problemas laborales que nos tocan vivir. Deliramos juntos, reímos, intercambiamos recetas de cocina y organizamos encuentros para seguir fortaleciendo este hermoso ritual.

sábado, 5 de septiembre de 2009

Micaela


Hoy fue esos días en lo que desperté pensando en ella. Me levanté con esas ganas intensas de taparla y darle un beso en la frente mientras dormía. Si Chancho de mi alma hoy me levanté pensando en vos, como lo hago casi todas las mañana de mi vida desde que no estamos juntos. Y por supuesto que duele no sentir tu respiración, tu olorcito a bebé y tus pilas para hacer cualquier cosa menos quedarte quieta.

Hoy cuando me levanté recordé el día cuando la vi por primera vez. Como olvidar esa bebe cachetona que tenía las mejillas que parecían manzanas. Como olvidar que dándole unos golpecitos en el pecho con dos dedos se dormía plácidamente. Como olvidar que por querer seguirme comenzó a caminar y recién me di cuenta cuando me llamó porque no me podía alcanzar. Cómo olvidar sus lágrimas por el primer reto que recibió por tirar la sopa. Cómo olvidar que siempre con una sonrisa y con muy pocos reclamos te adaptaste a todo.

En estos siete años creció más de lo esperado. Sus preguntas asfixiantes como "papá qué es ser virgen" o "a los 20 me puedo poner de novia" me dieron vuelta y que, como me ocurrió muy pocas veces, me dejaron sin palabras. Esas veces le ganó por goleada a su papá.

Como no alegrarme cuando la veo. Son esos momentos en lo que quiero que me transmitas todas sus energías para que pueda movilizarme el resto de los días. Como no extrañarla con tanta locura. Es una señal que siempre está ahí, cerca, aportando grandes razones para amarla para siempre.

viernes, 4 de septiembre de 2009

El extraño caso de JJ


Tenía toda la vida por delante. Amante del póker, del café con amigos y del sexo fácil, JJ era la esperanza de su familia. Nació a principios de los 80, en una tarde calurosa de diciembre. Cuenta la leyenda que fue el Día de los Inocentes, pero nunca nadie le creyó.

Su infancia transcurrió como la de cualquier chico hijos de profesionales que intentaba buscarle el rumbo a su vida. Gran agricultor de las amistades que siempre cosechó grandes frutos. Causó un rebelión familiar cuando decidió irse a vivir solo. Era la manera que había encontrado para hacer lo que más le gustaba: dormir. Sí, a pesar de que había probado miles de actividades y que consiguió un título universitario, apoyar la cabeza en la almohada era su verdadera vocación y profesión. Nadie entendió nunca como había hecho para recibirse si entraba a clases a las 8. Su primer refugio fue en Muñecas al 500 y, después, en Rivadavia al 100. No había persona en este mundo capaz de levantarlo: 10, 12 y hasta 13 horas por día le dedicaba al sueño.
"Me hará mal dormir tanto", les preguntó hace no mucho tiempo a sus amigos/mascotas el Pollo, el Gato y el Chancho. Sin dudarlo, le recomendaron que consultara a un médico porque lo suyo no era normal. Basándose en sus experiencias personales le dijeron que debía tener mucho cuidado con lo que estaba haciendo, que era preferible dedicarse a la vida, alimentación y actividades sanas.

JJ, esa noche, decidió pensarlo mientras dormía. Fueron 15 horas de reflexión, tiempo suficiente para convencerse que debía consultar al doctor sueño. Fue hasta el profesional. Vestido con delantal blanco y detrás de unas enormes gafas lo escuchó atentamente. Luego de analizar el caso, le pidió que regresara al otro día para que durmiera en una habitación y él lo observara. Era un 16 de junio. El dormilón se presentó a las 22 y, 15 minutos después, enredado con los cables que le habían colocado, se acostó. Pasaron las horas y él nunca se despertó. El científico se agarraba la cabeza y no podía creer lo que estaba ocurriendo. La bestia llevaba dos días durmiendo y nadie, ni nada lo podían despertar.

Al tercer día, como Cristo, resucitó. Abrió los ojos y descubrió a un grupo de médicos que lo observaban detenidamente. "Necesito un cortado y una medialuna para poder pensar", fue lo único que les dijo a los especialistas. Se levantó. Débil caminó medio torcido hasta Sir Harris, el lugar donde estaba el zoológico. El Pollo, el Gato y el Chancho lo abrazaron. "Gracias, pero no se qué me pasa. No se por qué duermo tanto. Quiero cambiar, pero no puedo", les contó antes de pedirles que lo acompañaran al médico para que le diera su diagnóstico.

El cuarteto se sentó al frente del doctor sueño, que tenía el ceño fruncido y cara de preocupación por el caso que estaba atendiendo. "JJ si sigue así su vida se consumirá lentamente. Sus neuronas se acostumbraran a estar dormidas y un día, no se podrá levantar más. Debe parar ahora antes de que sea tarde", le advirtió.

El dormilón lo escuchó atentamente. Sus acompañantes, con lágrimas en los ojos, sólo atinaron a sostenerlo. "No puedo, no puedo. La almohada es la única droga que tengo en mi vida y no tengo voluntad para abandonarla. Me rindo ante el destino", le comentó con lágrimas en los ojos al médico cuando se despedía. Sus amigos lo miraron y entendieron que el final estaba cerca.

Al día siguiente, después de 12 horas de sueño, JJ hizo lo de siempre. Se levantó tarde, trabajó, molestó y pactó una reunión en su casa con sus amigos. Hubo póker y play hasta casi el amanecer. Cuando terminó la sesión, abrazó a sus amigos y se fue a dormir. Todos entendieron que sería la última vez que lo verían despierto. Y así fue. JJ jamás volvió a abrir los ojos.

Pasaron los años y la escena siguió siendo la misma. JJ abrazado a su almohada, con los rulos endiablados apuntando a cualquier parte. Sus amigos repitieron diariamente el ritual de taparlo o destaparlo y dejarle un cortado con una medialuna al lado de la cama por si algún día decidía resucitar...

miércoles, 2 de septiembre de 2009

Viejo vizcachero


Salió muy temprano de su casa. No se levantó, sino que siguió de largo. Se trepó en una camioneta con la esperanza de ratificar una vez más sus habilidades como vizcachero. Partió con rumbo al este, en busca de diversión y acompañado por tres maestros cazadores. Dejó de lado a sus amigos para poder saciar su sed de sangre. La fauna, obviamente, temblaba.

Nuestro Pollo querido comenzó a transitar los agrestes montes ubicado en un lejano pueblo del este argentino. Fue tras la vizcacha de las llanuras (Lagostomus maximus), esa especie de roedor que a principios del siglo pasado fue declarado como una plaga por la Secretaría de Agricultura de la Nación. El animal en cuestión, es un roedor que luce mucho mejor en un plato de escabeche que en su habitat natural.

Caminó y caminó hasta que se encontró con su primera presa. Con un reflejo propio de un pollo salvaje disparó su oxidada arma para tratar de acabar con la vida del roedor. Pero no cumplió el objetivo. Su disparo no fue tan efectivo. Apenás si rozó al animal, pero fue suficiente para inmovilizarlo. No dudó ni un instante y, como un rayo, se le tiró encima.

Se sorprendió cuando la lagostomus maximus lo observó con sus ojos tristes que lo obligaron a cometer el primer error: no rematarla. Con el correr de los minutos, el Pollo le fue tomando cariño. Sus compañeros de caza juran que nunca antes lo habían visto así. "Se enamoró", dijo uno de los cazadores.

El Pollo, cometió su segundo error. Curó a la vizcacha y no se separó de ella ni un instante. Mientras sus compañeros cazaban todo tipo de animales, el acarciaba a su víctima. Deliraba con traerla a su casa, donde ya había tenido una iguana y varios patitos, pero ninguno en fila. "Era otro tipo, nadie podía creerlo. Le decía cosas todo el tiempo. Estábamos sorprendidos, pero no había manera de hacerle entender que la soltara", aseguró el más veterano de la expedición.

Pasaron los días y la relación Pollo-Vizcacha se hacía más fuerte. Dormían juntos y el héroe no dejaba de acariciarla. "Encontré el amor que nunca tuve", exlicó cuando sus compañeros le imploraban para que se olvidara de la historia. Los insultó a todos cuando le dijeron que era de volver a casa y dejar libre al animal. Con el correr de los minutos, el cazador-cazado fue entrando en razón. Con lágrimas en los ojos, decidió tomarse una foto con su nueva conquista y, después la liberó. Llorando, entendió que su vida cambiaría para siempre.

martes, 1 de septiembre de 2009

She (Ella)

"Ella puede ser la cara que no puedo olvidar
Un rastro de placer o arrepentimiento
Puede ser mi tesoro o el precio que tengo que pagar.
Ella puede ser la canción que el verano canta
Puede ser el frío que el otoño trae
Puede ser cien cosas distintas
Dentro de lo que mide un día".
Elvis Costello cantó mil veces su She, para los que no la conocen, el tema central de la película Nothing Hill. Y sí, en nuestras vidas siempre hay un She, o una ella si la prefieren. ¿A quién no le gusta tenerla? ¿Es posible vivir bien si no tener alguien en quien poder pensar? ¿Hay algo más bello que levantarse y preguntarse que hay en el otro lado del mar? ¿No es incoparable la sensación de sentirte bien porque sabés que le estás haciendo bien al otro?
Son preguntas que tienen miles de respuestas, pero todas tienen un saldo positivo. Lo importante es creer que esas respuestas están ahí, que sólo hay buscarlas para encontrarlas y ser feliz. Estimados/as, la primavera está muy cerca.

sábado, 29 de agosto de 2009

Chau Tucu


Se fue tan rápido que ni siquiera le pudimos decir chau. Nos dejó solos y con una sensación amarga de no haber podido compartir ese último asado en la casa de Mecha. ¿Cómo encontrar una respuesta a su partida? ¿Cómo explicar que, a pesar de que ya no está acá, siempre sentiremos su presencia sin importar lo que hagamos y dónde estemos? Y quizás esa sea la solución para que ese golpe no duela tanto. Sí, el Tucu nunca se irá!!!!

La primera vez

Y aquí estoy. Me animé. Después de escuchar a JJ, a Julito y al Pollo, decidí crear un blog. Acá prometo contar mi mirada de las cosas que más disfruto de la vida. No habrá secretos, ni mentiras, a pesar de que se trata de un espacio para pescadores. Acá encontrarán mi visión de esos interminables encuentros, historias comunes y corrientes, piropos, anécdotas y recetas de cocina. En fin, espero que les guste y que aporten todo lo que quieran.