miércoles, 2 de septiembre de 2009

Viejo vizcachero


Salió muy temprano de su casa. No se levantó, sino que siguió de largo. Se trepó en una camioneta con la esperanza de ratificar una vez más sus habilidades como vizcachero. Partió con rumbo al este, en busca de diversión y acompañado por tres maestros cazadores. Dejó de lado a sus amigos para poder saciar su sed de sangre. La fauna, obviamente, temblaba.

Nuestro Pollo querido comenzó a transitar los agrestes montes ubicado en un lejano pueblo del este argentino. Fue tras la vizcacha de las llanuras (Lagostomus maximus), esa especie de roedor que a principios del siglo pasado fue declarado como una plaga por la Secretaría de Agricultura de la Nación. El animal en cuestión, es un roedor que luce mucho mejor en un plato de escabeche que en su habitat natural.

Caminó y caminó hasta que se encontró con su primera presa. Con un reflejo propio de un pollo salvaje disparó su oxidada arma para tratar de acabar con la vida del roedor. Pero no cumplió el objetivo. Su disparo no fue tan efectivo. Apenás si rozó al animal, pero fue suficiente para inmovilizarlo. No dudó ni un instante y, como un rayo, se le tiró encima.

Se sorprendió cuando la lagostomus maximus lo observó con sus ojos tristes que lo obligaron a cometer el primer error: no rematarla. Con el correr de los minutos, el Pollo le fue tomando cariño. Sus compañeros de caza juran que nunca antes lo habían visto así. "Se enamoró", dijo uno de los cazadores.

El Pollo, cometió su segundo error. Curó a la vizcacha y no se separó de ella ni un instante. Mientras sus compañeros cazaban todo tipo de animales, el acarciaba a su víctima. Deliraba con traerla a su casa, donde ya había tenido una iguana y varios patitos, pero ninguno en fila. "Era otro tipo, nadie podía creerlo. Le decía cosas todo el tiempo. Estábamos sorprendidos, pero no había manera de hacerle entender que la soltara", aseguró el más veterano de la expedición.

Pasaron los días y la relación Pollo-Vizcacha se hacía más fuerte. Dormían juntos y el héroe no dejaba de acariciarla. "Encontré el amor que nunca tuve", exlicó cuando sus compañeros le imploraban para que se olvidara de la historia. Los insultó a todos cuando le dijeron que era de volver a casa y dejar libre al animal. Con el correr de los minutos, el cazador-cazado fue entrando en razón. Con lágrimas en los ojos, decidió tomarse una foto con su nueva conquista y, después la liberó. Llorando, entendió que su vida cambiaría para siempre.

2 comentarios:

  1. Jajaja. Muy bueno. Encontré un híbrido entre tus relatos policiales y las entrevistas rosas que salen a veces en Deportes sobre viejitos que se casan.

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  2. Que puedo decir... fue atracción a primera vista

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